El sujeto agrietado
Para el Psicoanálisis freudiano y lacaniano la persona que se observa a sí misma en un análisis es llamada sujeto
Desde la sociedad, los mass media e incluso la educación a niveles generales se nos impone un ideal a lograr.
La perfección y omnipotencia nos atraviesa desde este discurso contemporáneo. La atmósfera económica y política de nuestro mundo, cada vez más persigue los valores de lo fálico, entendido al falo como la consecución del “todo”, lo “completo”, entretejido entre aspiraciones que buscan desesperadamente el poder, el éxito o el dinero….valores propios del capitalismo económico y social perverso en el que vivimos.
A un nivel más sutil y psicológico, los sujetos sostienen este ideal de completud y perfección en la esfera de lo personal. La falsa omnipotencia de poder con todo, de no permitirse la vulnerabilidad. Este ideal de completud es alimentado por la publicidad y también por corrientes ideológicas que empujan al sujeto a ser compacto y todopoderoso.
El sujeto, o persona (nombre utilizado por el psicoanálisis junguiano), cae en las redes de este inalcanzable ideal sobre sí mismo. Sin percatarse que en realidad somos sujetos agrietados, atravesados por el sufrimiento, en mayor o menor medida.
Para Lacan, todo sujeto organiza su realidad, su estructura de personalidad según Lo real, que es el puro trauma. Es un sujeto atravesado por el trauma, esa fuerza que irrumpe desde afuera, que es como una huella. Que siempre regresa, quizás más mitigado, y con el que podemos hacer algo. Por eso no somos sujetos compactos. Es por esto que Lacan habla del sujeto-no-todo.
Lo que garantiza no volver al trauma original es la castración, el límite, eso que nos frena y nos dice que no todo lo podemos hacer. Que hay deseos que no se pueden realizar. Que hay cosas que no son posibles. Y cuando está castración actúa, la angustia de desintegración es menor.
Nos libera de los ideales imposibles y nos deja con una cálida sensación de paz, de aceptación.
Clara Herranz